TRIDUO A LA ANTIGUA, GLORIOSA Y VENERADA IMAGEN DE SANTA MARÍA MADRE DE DIOS
En el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo.
Rezamos la Oración de San Bernardo
Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María! , que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, haya sido desamparado. Animado por esta confianza, a Vos acudo, oh Madre Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vos. Oh Madre de Dios, no desechéis mis súplicas antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.
Rezamos Bendita sea tu Pureza
Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea, en tan graciosa belleza. A ti celestial princesa, Virgen Sagrada María, yo te ofrezco en este día, alma, vida y corazón. Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía, hasta morir por tu amor.
Rezamos el Ofrecimiento a Santa María Madre de Dios
¡Oh Señora mía! ¡Oh Madre mía! Yo me ofrezco enteramente a ti y en prueba de mi filial afecto te consagro en este día, mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón: en una palabra, todo mi ser. Ya que soy todo tuyo, Oh Madre de bondad, guárdame y defiéndeme de todo mal. Te ruego que me alcances de tu Divino Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, la gracia que te suplico (pausa). Amén
Meditación del primer día de Triduo
Bajo tu amparo nos acogemos, Santa María, Madre de Dios, no desprecies nuestras súplicas en las necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita. Te pedimos, que nos otorgues la misma confianza que le ofreciste al Ángel, en el momento de la Anunciación. Ayúdanos siempre a cumplir la voluntad del Padre. Fortalécenos el don de la hermandad, que veamos al otro como un hermano, para así poder construir juntos, una gran Cofradía. Protege a nuestras familias, a nuestros amigos. Que por tu intercesión y por la de tu Divino Hijo, seamos cada día mejores cristianos y mejores cofrades.
Rezamos la Oración del MAGNIFICAT. (Lucas 1, 46-55)
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí, su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
-El Señor hizo en mí maravillas, gloria al Señor.
(Rezamos Padre nuestro, Ave María y Gloría por las intenciones de su Santidad el Papa Francisco.)
Rezamos la Salve a nuestra Madre. Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve. A ti llamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos, y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce siempre Virgen María!. Ruega por nosotros Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén.